HIPÓCRATES: PADRE DE LA MEDICINA

3 Feb 2017 | Curiosidades

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Todos los médicos tenemos en la memoria el “Juramento hipocrático”, que hacemos durante el primer año de la carrera de Medicina o cuando acabamos los seis cursos.

Este juramento, que es una versión adaptada del original, se atribuye a Hipócrates de Cos, médico griego con casi 2500 años.

Hipócrates nació 460 años antes que Jesucristo en Grecia y se le considera clásicamente el padre de la medicina. Esto se debe a su manera de entender la Medicina como una ciencia independiente, lo que supuso una auténtica revolución en su tiempo y que ha permanecido hasta nuestros días.

Obviamente, la medicina moderna y, especialmente, la cirugía no pueden regirse por los principios de la medicina hipocrática de hace milenios, pero es obligado reconocer a este pionero su gran aportación.

Aunque muchos de los textos de lo que se conoce como corpus hippocraticum (tratados hipocráticos) no pudieron ser escritos por Hipócrates, recogen los principios de la medicina hipocrática. Es a hipócrates, por tanto, a quien debemos el estudio sistemático de la medicina clínica.

La idea central de la medicina hipocrática es la concepción de la salud como un equilibrio, mantenido en el organismo sano merced a la existencia de una fuerza natural que tiende a restablecerlo automáticamente cuando su alteración no es profunda. Cuando dicho equilibrio se rompe a causa de la enfermedad, el médico debe acudir en auxilio de esa fuerza curativa de la propia naturaleza, la vis medicatrix naturae consagrada por la expresión latina. La tarea del médico se convierte así, esencialmente, en dejar obrar a la naturaleza, por lo que el tratamiento de la enfermedad ha de consistir, sobre todo, en un régimen de vida adecuado: descanso físico y espiritual, calmantes en el caso de que haya dolor, dieta, ejercicios moderados…

 

Os dejamos a continuación el JURAMENTO HIPOCRÁTICO

«Por Apolo médico y Esculapio, juro: por Higias, Panacace y todos los dioses y diosas a quienes pongo por testigos de la observancia de este voto, que me obligo a cumplir lo que ofrezco con todas mis fuerzas y voluntad.

Tributaré a mi maestro de Medicina igual respeto que a los autores de mis días, partiendo con ellos mi fortuna y socorriéndoles en caso necesario; trataré a sus hijos como mis hermanos, y si quisieran aprender la ciencia, se las enseñaré desinteresadamente y sin otro género de recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones habladas y demás métodos de enseñanza a mis hijos, a los de mis maestros y a los discípulos que me sigan bajo el convenio y juramento que determinan la ley médica y a nadie más.

Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia.

No me avendré a pretensiones que afecten a la administración de venenos, ni persuadiré a persona alguna con sugestiones de esa especie; me abstendré igualmente de suministrar a mujeres embarazadas pesarios o abortivos.

Mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza.

No practicaré la talla, dejando esa operación y otras a los especialistas que se dedican a practicarla ordinariamente.

Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas. Guardaré reseva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no será preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos.

Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí, la suerte adversa».

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