Las terapias alternativas o complementarias son un amplio abanico de técnicas que aparecen o se desarrollan, como su propio nombre indica, como alternativa a la medicina convencional. Aquí se incluyen diversas disciplinas que utilizan abordajes de tipo físico o psíquico/espiritual, junto con productos naturales y modificaciones del estilo de vida.
En los últimos años estamos asistiendo a una doble controversia. Por un lado, cada vez más pacientes optan por este tipo de tratamientos para combatir algunos síntomas de la enfermedad. Por otro lado, las administraciones públicas de nuestro entorno parecen estar mostrando cada vez más oposición frente a lo que denominan pseudo-ciencias, achacándoles falta de evidencia científica para ser utilizadas.
En este contexto, tanto médicos como pacientes nos encontramos en la disyuntiva de saber (de manera crítica e independiente) si alguna de estas terapias puede llegar a ser realmente eficaz o, por el contrario, pueden suponer un perjuicio para el paciente que las utilice.
Bajo mi punto de vista, lo primero que debemos plantearnos al hablar de terapias alterativas es si todas estas terapias son iguales y pueden ser estudiadas como un grupo homogéneo. Es decir, si pueden incluirse todas ellas bajo el mismo epígrafe y asumir que si una funciona todas las demás también lo harán o, por el contrario, si una falla las otras también fallarán. Obviamente, esto supone una simplificación errónea de la situación puesto que en muchas ocasiones poco tienen que ver unas terapias con otras. En consecuencia, parece razonable pensar que cada una de estas terapias debería ser evaluada de manera independiente de las demás.
Por otra parte, una vez establecido que cada una de estas técnicas debe evaluarse de manera independiente debería valorarse si cada técnica es útil para una situación determinada. Dicho de otro modo, debería analizarse si una técnica determinada es útil para un problema concreto o no. Es posible, de hecho, que una técnica sea de utilidad para tratar un síntoma de una enfermedad, pero no sea útil para tratar otro síntoma en la misma enfermedad o, incluso, de otra patología diferente.
Por tanto, si queremos alcanzar la mejor opción de tratamiento para nuestros pacientes deberíamos ser capaces de analizar de manera rigurosa si cada una de las terapias alternativas o complementarias es útil para tratar un problema de salud concreto.
En este sentido, me parece especialmente relevante el artículo publicado recientemente por la American Society of Clinical Oncology (ASCO) para el tratamiento del cáncer de mama. Para el que no la conozca, esta prestigiosa sociedad médica, es uno de los referentes a nivel mundial en el tratamiento y manejo de los pacientes con cáncer. De hecho, muchas de las guías de tratamiento en nuestro medio están basadas en las guías clínicas de la ASCO.
En este artículo, titulado en inglés Integrative Therapies During and After Breast Cancer Treatment: ASCO Endorsement of the SIO Clinical Practice Guideline, se establecen unas recomendaciones que arrojan algo de luz a esta controversia y que resumimos a continuación:
1.- La terapia musical, la meditación, el tratamiento del estrés y el yoga se recomiendan para reducir la ansiedad y el estrés.
2.- La meditación, la relajación, el yoga, los masajes y la terapia musical se recomiendan para las alteraciones del estado de ánimo y la depresión.
3.- La meditación y el yoga se recomiendan para mejorar la calidad de vida.
4.- La acupuntura y la acupresión se recomiendan para reducir las náuseas y los vómitos inducidos por la quimioterapia.
5.- No se recomienda Acetil-L-carnitina para prevenir la neuropatía periférica inducida por quimioterapia.
6.- No existe suficiente evidencia para recomendar suplementos dietéticos para el tratamiento de los efectos secundarios de los medicamentos.
Como puede verse, según la ASCO, existen puntos en los que algunas terapias integrativas son de eficacia científicamente demostrada, mientras que no existe suficiente evidencia para recomendar otros tratamientos.
Resumiendo, la medicina convencional debe seguir siendo nuestro referente para el tratamiento de pacientes con cáncer. No obstante, las terapias integrativas han demostrado que pueden ayudar en el control de algunos síntomas y pueden tener un importante papel en los tratamientos. Por tanto, solamente con una mirada crítica, un espíritu científico implacable y un conocimiento real del tema, seremos capaces de investigar de forma adecuada la eficacia de las terapias alternativas, cuyo objetivo no debe ser otro que alcanzar el mejor tratamiento para nuestros pacientes.
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